Santo adornado de angélicas costumbres! Yo, indigno devoto vuestro os encomiendo la castidad de mi alma y de mi cuerpo,
¡Oh
Luis dignéis
encomendarme al Cordero Inmaculado, Cristo Jesús, y a su purísima Madre, Virgen
de vírgenes, guardándome de todo pecado. No permitáis, Angel mío, que manche mi
alma con la menor impureza; antes bien, cuando me viereis en la tentación o
peligro de pecar, alejad de mi corazón todos los pensamientos y afectos
impuros; despertad en mí la memoria de la eternidad y de Jesús Crucificado;
imprimid hondamente en mi corazón un profundo sentimiento de temor santo de
Dios, y abrasadme en su divino amor, para que así, siendo imitador vuestro en
la tierra, merezca gozar de Dios en vuestra compañía en la gloria. Amén.
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